sábado, 29 de enero de 2011

El cursito intensivo de inseguridad

No se permiten armas de fuego

Desde nuestra querida Buenos Aires, nos venían anticipando sobre la bendita inseguridad que nos depararía nuestro inevitable y pre pactado destino.
Expresiones como: "vayan juntos a todos lados" (sí como la chicas, por si pensaste eso!) o "a las 7 cierra todo" eran tomadas con pinzas en nuestras mentes argentinas. Nos mofábamos de aquellas precauciones, y como todo porteño piola, egocentrista y exitista hasta el cansacio, creíamos que nos llevaríamos puesto a todo aquel que desentonara con nuestras zapatillas.
Una de las primeras cuestiones protocolares que debimos acatar fue el "cursito" de seguridad, algo así como unas normas que nos darían para desenvolvernos con cierta cautela y pasar desapercibidos ante la mirada ajena.
Entramos en una oficinita con el famoso casquito puesto y la tipa que teníamos enfrente nos empezó a hablar. Como buen observador que soy, exploré el ambiente donde me encontraba sin prestar atención al relato que me estaban propiciando. Miré las caras de mis compañeros, que no se si pensaban lo mismo que yo o si realmente la escuchaban. En el medio del relato hubo un par de frases que me llamaron la atención como "they will kill you for nothing (te matarían por nada)". Apaaaa pensé, por un momento mi temperatura empezó a subir...así que me acomodé cerca del aire acondicionado y desplegué mi mente de argentino que me decía: naaa, no pasa nada, tranqui...en todos lados es igual...
Finalizado el relato ingresamos en otra oficinita, con una morocha enfrente con unos papeles impresos y tres personas más sentadas. La morocha leía y pasaba los papeles, y yo metía un "yes" o asentía con la cabeza cada tanto con la intención de causar el efecto esperado en la interlocutora.
Me dieron ganas de esbozar una pregunta y dejar perplejos al resto de mis compañeros, pero la verdad no sabía de que me habían hablado, así que opté por tomar una decisión sabia: no hablar (algo que debería poner en práctica más a nenudo). Es habitual que diga todo lo que piense y que no piense todo lo que diga...pero este definitivamente no era el momento!

Saludos,
Mile

domingo, 23 de enero de 2011

Comida de la Black M

Mc Donald's Negro

Mientras en Buenos Aires la rutina diaria me llevaría a levantarme y lavarme los dientes, en Pretoria llegaba la hora de buscar "algo" para comer. Ese "algo" vendría dentro de una cajita de ensaladita preparada para satisfacer a nuestro estómago durante el lapso de 45 minutos. La otra opción eran unos fideitos o 3 sanguchitos apretados cual gente en asiento del D en plena hora pico. De tomar, lo mismo de siempre, una botellita que acusaba en su etiqueta "Vitamin" o algo por el estilo. La razón de mi elección estaba basada por un lado en que "parecía buena", lindo envase, tenía como 200 palabras chiquitas explicando las vitaminas y demás yerbas que traía, y por el otro lado era lo más fresco que encontraba. Ese sería el único que me acompañaría durante unos 35 min, sí, así es, 10 min menos que la comida. El Sol sudafricano invitaba a propinarle una serie de improperios en el momento de caminar encontrando un lugar donde comer, y sobre todo cuando estaba sentado y siempre me quedaba alguna extremidad que no escapaba a su mirada.
LLegaba el momento de volver al lugar hostil, darle un par de monedas al trapito sudafricano, convidarle un sonrisa y de vez en cuando una mano levantada a modo de saludo.
Meterse en el auto luego de haberlo dejado solo durante una hora, era como entrar en 1 sauna con ropa de invierno. La piedad del sol se manifestaba ausente y no vaciló en aumentar gratuitamente su temperatura, y hacernos transpirar durante todo el recorrido. Inútiles fueron los esfuerzos del aire acondicionado, optando finalmente por bajar las ventanillas y llegar despeinados, en los casos que aplicara.
Luego de volver a dejar el auto bajo la estrella solar - a fin de cuentas era el que mas disfrutaba del día - emprendía la vuelta al "lugar de trabajo". Era el lugar donde dejaba las cosas, aguantaba las ganas de ir al baño y soportaba el frenesí del ritmo de trabajo europeo.
A percepción personal, la jornada de trabajo del argentino tiene una serie de actos que se pueden simplificar de la siguiente manera: llegar al trabajo, revisar los mails, abrir alguna pagina de diarios online solamente para hacernos los interados en la actualidad y encontrar alguna noticia para defrenestrar al país donde vivimos y así iniciar una discusión sin sentido, volver a chequear el mail, a ver si llegó algo en los 5 minutos que la curiosidad nos invadía, servirse un café, volver al escritorio y volver a chequear el mail. El ritmo de trabajo de los europeos da la sensación que el mismo se desarrollara arriba de una cinta de gimnasio, con la notebook enfrente, un par de euros de zanahoria y al fin de cuentas los que transpirábamos eramos nosotros, los argentinos.
Las largas y extenuantes horas de trabajo bajo miradas austríacas nos tejían una cuerda imaginaria que nos impediría ir por nuestro alimento pero que vendrían recompensadas con numerosas bolsas de hamburguesas de la la gran black "M" acompañadas de unas frias y suculentas papas fritas que disfrutaríamos cual porcinos en busca de su comida sobre un suelo recién alfombrado.
Ante la menor queja producto del hacinamiento al que eramos expuestos obteníamos siempre la misma respuesta: "Don´t think..just work" ("No pienses...Sólo trabajá", para los que no dominan la lengua inglesa).
Nosotros sólo trabajámos, y ellos hasta cambiaban el agua del aire acondicionado portátil, en 1 acto repetitivo que llegaba al nivel de la irritación sumado a la montaña de basura donde las cáscaras de banana parecían prestarse a la fuga.
Y luego...luego llega la noche?? No, eran un par de #00 (oscuros), cuya indumentaria parecía levitar cual acto de magia que dejaría perplejo al más intrépido crítico e invitaba a aplaudir como foca en acuario de costa atlántica!
Nos vemos en la próxima!

Mike

jueves, 20 de enero de 2011

La llegada a la oficina

Entrada de CoC

Bueno, llego el momento de poner los dedos en el teclado y sacarse los zapatos! Copado! El que lee esto diría...les dan servicio de masajes? hacen yoga? Quiero trabajar ahi! Tranquilo/a...no seas ansioso/a y seguí leyendo!
Ni bien bajamos del auto que nos trasladó hasta el Coc (Centro de Calamidad), y atravesamos cual Patronelli en pleno Dakar los obstáculos que el terreno irregular nos presentaba, llegó el momento de entrar a la oficina. Lo primero que tuvimos que hacer fue sacarnos los zapatos, el casco y el chaleco antialgo. La primera impresión que tuve fue de caos! Cables por todos lados, vasos que servían de contenedores a otros vasos que a su vez contenían basura, un par de mesas por aquí y otras por allá. Dejé mis cosas, saqué la notebook, busqué algún lugar donde acomodarme (no de estar cómodo, sólo de estar físicamente asentado en algun lugar) .No habíamos conseguido adaptadores para enchufar el artilugio informático, así que me conformé con las 3 horas de batería que me quedaban mientras observaba como me miraba el resto. Empezaba a transpirar, las letras del teclado se fundían con el fondo negro y el aire portátil acondicionado estaba mas pintado que mi notebook cuando se acabe la batería.
El cable con ficha argenrtina era solo útil para sostenerme los pantalones y convertirme en el mugatu de la indumentaria informática (ver zoolander si desconoce lo anterior).
El hambre también se hacía presente y con ello la desesperación. Hurgué por una mesita improvisada con botellas vacías encima cuyo gas se había evaporado seguramente un par de semanas atrás, y se podría decir que también estaban pintadas. Había un par de galletitas, que yacían desparramadas por la mesa y el paquete que ya había perdido su forma producto de ser manoseado a mansalva. Tras ver esa escena de canibalismo en tamaño de snack corrí mi mirada y opté por seguir tomando agua.
Luego de 1 par de horas las oficina comenzó a teñirse de color mezclandose con mi verde color esperanza, resultando en algo poco agradable a la vista.
La ida al baño era una travesía, tenías que volver a ponerte el casco, el chaleco antialgo y las botas de leñador. Te volvías a meter en el terreno pantanoso de la obra, sorteabas un par de obstáculos, caminabas como 5 cuadras, pasabas un cerco alambrado, te fumabas las caras de los #00 que te miraban imaginando que los veías como algo raro, como si el 3D del que era protagonista nos permitía hasta sentir su olor....y tenían razón! Finalmente llegabas al baño, cansado, y la única sonrisa que se me dibujaba es haber llegado...solo eso, cual viejito tratando de llegar al baño. Y después, después la vuelta, y a no volver! Si hay algo que se aprende es a aguantar!
Hasta la próxima!

Mike

miércoles, 19 de enero de 2011

Suelo hostil monocromático

Mención del riesgo que se corre al pisar suelo sudafricano

Llegó el momento de pisar suelo sudafricano, la espera se había terminado. Las noches de ansiedad mirando el techo y recordando al legendario mukenio llegarían desde ahora, 5 horas más rápido.
Ni bien el avión aterrizó recordé 2 cosas: la primera era que no me había puesto el cinturón, y la segunda era que al despegar tampoco lo había hecho. Y bueno, lo hecho hecho está, si salía despedido por el grado mínimo de proximidad con el asiento de adelante muy lejos no iba a llegar.
Dado mi alto nivel de excitación me paré primero que todos, saltando a mis compañeros, siendo más difícil aún volver a sentarme tras los gestos que el azafato me dirigía desde lejos indicando que como siempre me había adelantado.
No toleraba más a mi compañero hiperkinético de enfrente que volteaba muy a menudo para observar el flequillo de mi compañera de atrás y decirme: "es una bomba...mi futura esposa", o golpearme en la frente con una risita de liliputiense cada vez que
me colocaba el tapaojos para dormir. Peor aún, en el momento en que decidí ir al bañlp a cumplir con mi rutina de lavado de dientes sorpresa fue la mía al volver y encontrarme con esta persona sentada en mi asiento, con las rodillas flexionadas y hablando con esta señorita, que encima estaba con sus padres, una verguenza.
Ya bajado del avión comencé a caminar hasta las puertas del aeropuerto, previamente buscando mi valija embalsamada, momento que merece una especial atención. Las valijas van girando y yo como un nabo mirando a ver si distinguía la mía, como explicarlo, la situación se asemeja a cuando uno ve venir alguna oportunidad de lejos, se va acercando hasta que está muy cerca y si no tira la mano a tiempo siente que se le escapa. Creo que cuanto más tarda en llegar la valija uno más se desilusiona, ve al resto que agarra su valija como diciendo: venga con papá...a ver como me la trataton. Y cuando llega la de uno, después de 200
vueltas la agarrás de costado, ya resignado y la empezás a empujar.
Mientras más caminaba mis ojos bajaban la persiana, así que comencé un diálogo interno cual regla de juego del tipo ganar yo, perder mis ojos.
Tengo que ser sincero, siempre que emprendo algo soy bastante pesimista, y en este caso me temía lo peor, pero yo que se, siempre queda algo para darnos una sorpresa.
Nos embarcamos en una camioneta y partimos hacia Pretoria. El plan era llegar, dejar las pertenencias en el hotel e ir a trabajar.
Sí, así es, sin dormir, haciéndome quedar como un deudor incobrable con mi sueño. El hotel, de 4 estrellas muy bonito, mi sonrisa parecía ser ajena al sueño y se veían un par de dientes que asomaban. La cama de 2 plazas, muy cómoda, un lcd o led tv bastante grande pero con 4 canales sudafricanos sin subtítulos. Repartí la ropa por donde pude, y salí al encuentro de mis compañeros.
Nos repartimos en 2 grupos, un grupo iría hacia un lugar llamado DalPark y el otro, donde estaba yo incluído hacia un lugar llamado CoC (bien llamado Centro de la Calamidad por un compañero).
Emprendimos un viaje de 20 min y mi cabeza rebotaba contra el vidrio en una frecuencia que aumentaba, vislumbrando el paisaje que atravesábamos, teñido de un solo color (El #000000 para los informáticos).
Cuando dije una líneas atrás de mi pesimismo, y tras arribar a destino me dí cuenta que me habían mentido, era peor de lo que pensaba. Con casco en la cabeza, chaleco antialgo y botas militares me dirigí hacia la entrada, sorteando todo clase de
irregularidades que un edificio en construcción presenta. Me sentí estando en el Dakar, un todo terreno.

En la próxima entrada postearé sobre la oficina!
Saludos,

Mike

lunes, 17 de enero de 2011

La partida

Partida hacia sudafrica

Voy a iniciar este blog con mi experiencia día a día en Sudáfrica, en la provincia de Gauteng, más precisamente en Pretoria.
Arribé a Ezeiza alrededor de las 14.30 luego de un viaje por autopista, durante el cual la lluvia me acompaño hasta poner el primer pie fuera del remis. El recorrido estuvo mezclado de diferentes sensaciones: ansiedad, nervios y un poco de miedo tb. Que? Miedo por el viaje? Miedo por partir hacia un rumbo de lo más lejano y hostil? No! El miedo se acrecentaba tras los continuos atentados que las gotas de lluvia nos provocaban dibujando un manto de agua cristalina en frente de nuestro destino, sumado al remisero cuya capacidad de audición estaba limitado a 5 rayitas y se regulaban desde atrás de la oreja.
Luego de desembolsar $50 pesos para momificar mi valija me dirigí a hacer el check-in. Cada hora que pasaba mi espalda mas se contorsionaba, en una pelea constante con el peso de mis dos valijas de mano (la valija devenida en momia se reía atrás mío). Los papeles que había que ir presentando eran de lo más molestos, y cada vez que los guardaba lo hacía en lugares diferentes al tiempo que esbozaba un sonrisita de amabilidad a todo aquel que me los pedía. Pero la paciencia se acababa...Las horas seguían pasando y mi estómago se encargaba de recordármelo, por lo que, luego de esquivar con habilidad las muestras de perfumes y atributos por demás llamativos de las promotoras que desfilaban en el free shop, me topé con un puesto de comida.
Saqué 30 pesos argentinos, luego de que mi mano es escabullera por cuanto bolsillo pudiera y pedí lo primero que se cruzó con mi mirada. Sorpresa fue la mía al escuchar la abultada suma que insumían 1 simple bebida y una flautita con 1 poco de fiambre. Ya era tarde, y como no soy un buen negociador, mi estómago salió victorioso.
Ya llegando al final de la travesía en ezeiza, nos dispusimos a abordar. Estaba la gente que accedía a clase primera, business y económica. Como es de suponer la 3era era mi opción, como la mayoría de las cosas que la vida me ofrecía. Esa clase era bien llamada por su nombre, ya que sus asientos de a 3 eran de lo más incómodos. Era como viajar en el subte pero por aire, y con la gente sentada obviamente.
Bueno, pero me tranquilicé, pensé en el jugo que podría sacarte a estas 12 horitas de vuelo y como había traído mi notebook llena de jueguitos, peliculas y demás tertulias informáticas, pensaba que el rato podría ser un poco más ameno. Desagradable fue mi sorpresa al vislumbrar que no había conexión a internet ni tampoco enchufar mi notebook podia, cuya batería anunciaría su descanso hasta la próxima recarga al transcurrir 5 horitas de uso.
Así que con la cara menos peor me guardé la notebook en el bolso, que me restaba espacio entre las piernas y me provocaría un sueño con calambres.
En el frente una pantallita de 14 pulgadas que nos mostraba un video de los años 70, que intentaba burlarse de la gente que tendría de vecino a victor sueiro en un tiempo nomás.
Los avances de la tecnología indicaban mi retroceso de versatilidad al ver como en los demás asientos otros pares repartían cartas al sonido de "truco", "quiero" o "flor".
Llegado el momento de la comida y la cara de pocos amigos del sudafricano que me estaba casi obligando a comer su comida meditarránea y postre simil esponja con un baño seco de chocolate, pensé en positivo...por lo menos no me tocó una señora con muchas anécdotas que me viera parecido al nieto, ni una persona de dimensiones en 1 asiento equivocado.
Hasta el día 1!

Nos vemos!